La icónica pastora “Tia Flores”, como la llaman todos en el pueblo, es ampliamente conocida por su bondad y generosidad. Todas las mañanas sube la colina empinada y rocosa detrás de su casa para dejar que sus cabras pacen. En la cima del cerro, la amigable y vigorosa octogenaria accedió a enseñarnos a coser la tradicional espardenya negra mientras nos contaba historias sobre su pasado y nos compartía su filosofía de vida personal. Un momento profundamente conmovedor que nunca olvidaremos.